La
construcción del castillo de San Julián fue muy tardía, como ya hemos
comentado. Mientras el resto de las fortificaciones que envuelven la ciudad de
Cartagena fueron construidas como muy tarde a finales del siglo XVIII, no fue
hasta la década de 1880 cuando se terminó de levantar nuestro emplazamiento.
Los motivos fueron varios: falta de presupuesto, la condición de puesto de apoyo
secundario de la ubicación, y por lo tanto, la visión de la cima de este monte
como un punto donde un pequeño enclave de simple observación era suficiente. Aun
así, fueron varios los ingenieros militares que entendieron necesaria la
construcción de un amplio fuerte fortificado, como Juan José de Ordovás,
subordinado de Leando Badarán, interesado también en esta construcción.
En
el siglo XIX la situación comenzó a cambiar. Tras las Guerras Napoleónicas (1800-1815) el
uso de la artillería se entendió como vital, y la mejora de esta tecnología dio
un salto cualitativo y cuantitativo. La ubicación de San Julián tomaba entonces
importancia, tanto para prestar apoyo a la artillería costera, como para evitar
la toma enemiga de la colina y su uso contra la ciudad, así como completar la
defensa de una ciudad en crecimiento, cuya área urbana volvía a crecer por
encima de sus defensas. Una ciudad que, además, tomaba importancia dentro de la
estructura militar -era base naval permanente desde el siglo XVII- y además, la existencia del arsenal hacía necesaria una defensa contundente. Además,
el término del resto de fortificaciones permitió redistribuir los gastos en
esta nueva construcción.
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Argos Vega, M. A. (2017) Cañón de 24 libras. |
Al
inicio de la Guerra de Independencia (1808-1813) tenemos un pequeño
emplazamiento artillero desprovisto de almacenes y víveres de envergadura, sin
capacidad para defenderse de un ataque contundente. Con las tropas francesas
ocupando el territorio español sin mayor dificultad, la ciudad de Cartagena, en
estado de alarma, revisa su capacidad defensiva. Ante las constantes amenazas
navales, la defensa costera se mantiene en un nivel mejorable, pero muy
aceptable. Además, el ataque por mar se descarta debido a la protección de la
escuadra española y la ahora aliada británica.
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Sánchez, R (2014) Castillo de San Julián. Cartagena. |
Más
avanzado el siglo XIX -segundo cuarto de siglo-, las preocupaciones retornan a
la defensa costera. Los avances comentados en artillería, sumados a los navales
de nuevo ponían en un compromiso la efectiva defensa de la ciudad y su arsenal.
Una pequeña flota podría atacar y dañar seriamente elementos de la ciudad sin
tener que hacer grandes maniobras. Por ello se hizo necesaria la instalación de
nuevas y más poderosas armas de artillería. Efectivamente, tenemos baterías de
costa en estos momentos, pero estas ya en el siglo XIX pueden considerarse
obsoletas, o al menos en proceso de obsolescencia. Su número es escaso, y sus
posiciones bastante mejorables.
Sumado
a esto, también se imponía en este momento la idea de “protección exterior”, es
decir, la construcción de defensas más o menos fuera del perímetro de la ciudad.
¿El objetivo de esto? Mantener al enemigo alejado de la ciudad, y torpedear el
ataque todo lo posible. Probablemente esta idea se dio debido a la posibilidad
de materializarla, pues la defensa básica de la ciudad estaba toda construida.
El
llamado “Informe Medina” presentado en 1860 fue determinante para la
construcción de esta fortaleza. Sus conclusiones respecto al monte San Julián
fueron tres:
- Efectivamente, la ciudad era demasiado vulnerable a un ataque por mar sin una buena fortificación.
- Era posible un bombardeo enemigo a la ciudad -y relativamente fácil-.
- La destrucción del arsenal por una fuerza enemiga relativamente pequeña era una opción muy real.
Se
procedió a la mejora de las baterías costeras y la construcción de nuevas, pero
el objetivo final de esto debería ser una fortaleza que sirviera, por decirlo
de alguna manera, de centro neurálgico de las defensas del margen oriental de
la bocana del puerto. El castillo de San Julián se convertiría así en el eje
central de la defensa de esta zona. Una vez construido, y formaría parte de la
segunda línea defensiva de la ciudad, esa superposición de defensas que haría
comenzar los combates más duros en los montes, donde la defensa de un punto de
altura es muy fácil frente a un ataque enemigo. Todo esto eran recomendaciones
del Informe Medina.
La
construcción definitiva del castillo de San Julián fue aprobada en la Real
Orden del 31 de Mayo de 1861. Esta atendía las demandas del Plan de Defensa de
1860, y dispuso un crédito de 30 millones de reales de vellón -de los que evidentemente,
sólo una parte fueron para nuestra fortaleza-. La construcción de defensas
consideradas aún más prioritarias fue la que se llevó a cabo primero, por lo
que aún debió esperar la ciudad muchos años para ver terminada la fortificación
del San Julián. Sin embargo, al ver el número de cañones que se pretenden instalar
en el castillo, unos 37, comprendemos también la importancia que se le dio a
esta batería. Se convertiría en la batería de cañones más poderosa de la
ciudad, rivalizándole tan sólo la batería de la Poladera, con 36 cañones. Una vez terminada
la construcción, se arroja un jarro de agua fría, teniendo el San Julián un
número final mucho más reducido de cañones.
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Sánchez, R (2013) Castillo de San Julián Cartagena Murcia. |
Fuentes:
- Gómez Vizcaíno, A; Munuera, D (sin fecha) La defensa de la base naval en época contemporánea. Recuperado de: http://www.patrimur.es/documents/1806272/1815026/5defensabasenaval.pdf/02f89f34-a702-4347-9b6f-e0d888ee8820
- Guillermo Guimaraens Igual (2007). El último hálito de la fortificación abaluartada. El fuerte de San Julián de Cartagena. Universidad de Valencia.
- Sánchez, J. L. (2016) San Julian ¡el último castillo!. Cartagena de ley. Recuperado de: http://www.cartagenadeley.es/index.php?option=com_content&view=article&id=21566:san-julian-iel-ultimo-castillo&catid=117:seiscientos-rincones&Itemid=107
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